Cuando la Hna. Verónica dijo a mi clase de catecismo que el arma de Dios para la paz era el Rosario, estaba fascinado. Aquí estaba, un niño listo para hacer algo heroico por Cristo y ya con mucha confianza en la poderosa intercesión de su Santísima Madre. Así, con entusiasmo acepté la invitación de la Hermana para tomar esta arma espiritual todos los días para contribuir a la paz en el mundo y en cada corazón humano.

El Reverendísimo Thomas J. Olmsted es le obispo de la Diócesis de Phoenix. Fue instalado como el cuatro obispo de Phoenix el 20 de diciembre de 2003, y es el líder espiritual de los 1,1 millones católicos en la diócesis.

Rezar el Rosario todos los días

En medio de un número creciente de víctimas y el terrible sufrimiento causado por la Primera Guerra Mundial, y como los líderes del mundo no mostraron ningún interés en trabajar por la paz, Dios envió a la Santísima Virgen María a los niños en el centro de Portugal con un plan que podrían convertir corazones y así detener el derramamiento de sangre. En la beatificación de Jacinta y Francisco en Fátima, explicó San Juan Pablo II, “Con su solicitud materna, la santísima Virgen vino aquí, a Fátima, a pedir a los hombres que ‘no ofendieran más a Dios, nuestro Señor, que ya ha sido muy ofendido’. Su dolor de madre la impulsa a hablar … ‘Rezad, rezad mucho y haced sacrificios por los pecadores, pues muchas almas van al infierno porque no hay quién se sacrifique y pida por ellas’”.

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Esta es la tercera de una serie de reflexiones del Obispo Thomas J. Olmsted sobre Nuestra Señora de Fátima.

Cuando rezamos el Rosario, nos ponemos al lado de María ya que ella cuida el Cuerpo Místico de la Iglesia de Su Hijo en una manera similar a como ella cuidaba a Jesús como él creció en edad y sabiduría en Nazaret. Con la ayuda de María, contemplamos los misterios variados de la vida de Jesús: Gozosos, Luminosos, Dolorosos y Gloriosos. Por medio de estos misterios Jesús conquistó el pecado y reconcilió el mundo a sí mismo. Él se hizo nuestra paz. Luego, respirando el Espíritu Santo sobre los Apóstoles después de su Resurrección, Él les dio el don y el deber de perdonar los pecados y traer la paz al mundo (Juan 20:19-23).

Rezando el Rosario nos ayuda a centrar nuestros corazones en Cristo como lo hizo María, meditando sobre todo lo que se dijo sobre su Hijo y sobre todo lo que hizo y enseñó. Abrimos nuestros corazones para recibir el amor de Dios y la paz, manifiesta y expresa en las distintas etapas de la vida y la misión redentora de Cristo. De esta manera, como María, abrimos nuestros corazones a las gracias contenidas en estos misterios para que a través de nosotros, la paz y la reconciliación puedan sembrar en nuestra sociedad, a partir de nuestras relaciones diarias, purificándolas del egoísmo y el orgullo. Como dijo el Papa Pío XI, El Rosario es un “arma poderosísima para ahuyentar a los demonios, para conservar íntegra la vida, para adquirir más fácilmente la virtud … Si desea paz en sus corazones, en sus hogares y en su país, reúnanse cada noche para recitar el Rosario a no dejar pasar ni un día sin rezarlo, no obstante estar agobiados por muchos cuidados y trabajos”.

Los Misterios Gozosos del Rosario

Cuando rezamos cada uno de los 20 misterios del Rosario, reflexionando sobre episodio tras episodio de la vida de Jesús, Él nos lleva más profundo en Su misericordia y Su paz. Los cinco Misterios Gozosos, por ejemplo, comienzan con la Anunciación, cuando Dios el Padre envió al ángel Gabriel a Nazaret para anunciar a María Su plan para introducir a Su amado Hijo en la familia humana, un plan que comenzará tan pronto como ella dio su consentimiento para ser Su Madre. En el segundo Misterio Gozoso, el Hijo aún no nacido de Dios viajó en el vientre de Su Madre al país de la colina de Judea donde se encontró con Juan el Bautista en el vientre de Isabel, como las dos madres se regocijaban en el plan de Dios de la salvación en sus vidas. En el tercer Misterio Gozoso, con María, nos regocijamos en el nacimiento del Niño Jesús en un humilde establo de Belén, recordando con asombro el glorioso canto de los Ángeles y la adoración silenciosa de los Reyes Magos. El cuarto Misterio Gozoso nos lleva al templo de Jerusalén donde Jesús fue presentado a Dios por María y José y cuando Simeón profetizó que “Este niño será causa de caída y de elevación para muchos en Israel; será signo de contradicción”. Luego, en el quinto y último misterio gozoso, reflexionamos sobre el hallazgo del Niño Jesús en el templo, después de tres días de búsqueda frenética por María y José; y se nos recuerda de las palabras que Jesús habló durante su ministerio público (Lucas 11:9) “… busquen y encontrarán, llamen y se les abrirá”.

Del mismo modo, con los Misterios Luminosos, Dolorosos y Gloriosos del Rosario que siguen, nos situamos al lado de la Madre de Dios y miramos con amor y asombro a su Hijo amado, en distintos momentos de Su vida redentora. Todo lo que Jesús dijo e hizo es lleno de significado y, cuando se contempla en la oración, enciende nuestros corazones con cada vez más amor por Cristo y profundiza en deseo de ser sus testigos y servidores en el mundo.

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